Putrículas II: Drive


    Hoy lloro el fin de la racha de buenas películas que había encadenado en el cine este año. ¿La culpable? Este videoclip esta película. ¿La historia? La de siempre en estos casos: me quemaban un par de leuros en el bolsillo, pensé en ir al cine, recordé el tráiler que había visto en televisión, ya saben, ese en que se nos muestra una película que parece un cruce entre Bullit y Leon el profesional y el resto ya es historia. Esta vez no tengo siquiera la escusa de haber sido mal aconsejado porque, aunque quería ir con mis amigos el caso es que no pude encontrarlos. Por alguna extraña casualidad me pasa siempre que tomo mi medicación.

    Lo peor de todo es que la experiencia empezó bien, con una escena inicial soberbia -pena que luego me enterase de que estaba plagiada de The Driver de Walter Hill- para ir decayendo gradualmente hasta el punto de llegar a hacérseme insoportable; empecé a revolverme en la butaca, ajustarme compulsivamente el paquete calzoncillar, mirar la hora y clamar a un Dios en que no creo que se acabase la proyección e incluso pensé en abandonar la sala...¡ANATEMA!

    La historia es para echarse a llorar, y es que pocas veces un argumento tan simplón está tan mal contado: nuestro protagonista es un ser anónimo excepcionalmente dotado para actividades tales como la mecánica, la conducción de coches NASCAR, el latrocinio, ligar sin tan siquiera pestañear -literalmente- y el asesinato, que se ve implicado en un atraco a la persona equivocada. El descubrir porqué los malos mandan de vez en cuando un sicario a su casa para dejarse matar es el motor de la trama además de una hierático-almibarada relación sentimental con su vecina. Podría contarles más, pero no quiero ahorrarles el horror de descubrir por su cuenta que la trama es una memez.

El conductor paseando a su pivita.
   Tenía ganas de ver el trabajo de Nicholas Winding Refn después de tantos elogios pero después de esto se me han quitado. Sin haber visto el resto de sus películas puedo decir que es un director puramente videoclipero, amante del ralentí injustificado y de la musicalización excesiva, tanto, que por momentos me extrañó no ver a Moby saltando al fondo de los planos o que al salir de la ducha, al protagonista no lo alcanzase un chorro de aire en plena cara y se soltase a cantar lo último de Lady Gaga. Lo peor de la película es sin lugar a dudas el ritmo soporífero que la embarga para darle un aspecto pretendidamente profundo. El problema es que esto no es ni Taxi Driver -por eso de los doscientos mil planos nocturnos de una ciudad vista al volante de un coche- ni una película de Kieslowski: El espectador no tiene nada en que pensar porque la historia es simple como el mecanismo de un botijo y los personajes tienen la complejidad de un participante de Hombres, mujeres y viceversa una ameba. Eso sí, a una decisión tan poco acertada como el que todas las muertes que trufan el film sean de una ultraviolencia digital totalmente fuera de lugar contrapone el gran acierto de reducir los diálogos a la mínima expresión para que no los ahoguen los ronquidos de los concurrentes a la sala.

El conductor paseando a un cómplice antes de un atraco.

    Para el final me dejo a Ryan Gosling, sin duda lo más lamentable del film. Lo suyo no se puede calificar de actuación, siendo generosos podríamos decir que constituye un elemento del atrezzo que se obstina constantemente en aparecer en primer plano. El hamijo Ryan entendió mal eso de que las actuaciones contenidas suelen granjear el aplauso de los críticos y decidió no mover ni un sólo músculo facial en todo el rodaje. Lo que nadie le dijo es que su expresión se parecía más la de alguien que se ha tirado un pedo y quiere hacer ver que el tema no va con él que a la de quién tiene un rico mundo interior.

    Si quieren ver una película muy videoclipera sobre un personaje más bien callado que además es un hacha en lo suyo, les recomiendo London Boulevard, que además de ser más divertida no comete el error de intentar parecer lo que no es.

Te voy a cubrir.

Apología de...

EL TOPO:

    Tras ver esta película decidí dos cosas: primero, dedicarle esta "Apología de..." y después dejar pasar un par de días para rebajar la euforia que entonces iba a embargar al texto. Periodo que no ha servido de nada puesto que sigo pensando lo mismo que cuando abandoné la sala: es una obra maestra sin paliativos. Pero vayamos por partes:


    Lo primero a destacar es el soberbio guión, verdadero mecanismo de relojería, que vertebra el film y que es a su vez una adaptación de una de las novelas de John le Carré en torno a la figura del célebre agente Smiley; la tercera para ser más precisos. Presupongo que el trabajo, que han realizado Bridget O'Connor y Peter Straughan, ha sido modélico como así parece atestiguar el Oscar a que opta pero, por desgracia no he leído el libro en cuestión, falta que pienso subsanar en breve. Podríamos decir que a grandes rasgos trata de la misión que emprende el señor Smiley a petición del ministerio para descubrir al topo que ha infiltrado el Centro de Moscú en la cúpula del Circus (trasunto del MI6), de la que el mismo ha sido cesado tras el fracaso de una misión en Hungría. La trama es bastante compleja y está muy bien conducida, con pulso y ritmo envidiables, descansando principalmente en gran desarrollo psicológico de los personajes. No son éstos los espías a que nos tenía acostumbrados el cine: lejos de los maniqueísmos propios de autores tan mediocres como Tom Clancy, no hay buenos ni malos, sino que el trabajo de inteligencia es llevado a cabo por agentes más cercanos a burócratas que a James Bond. De hecho hay muchos momentos de enorme ambigüedad, la diferencia con otras películas es que ésta está construida así a propósito.

    Esto nos lleva al inconmensurable trabajo actoral de la película: De un Gary Oldman mayúsculo, totalmente alejado del histrionismo que le es habitual, pasando por John Hurt, muerto en los primeros compases pero cuya magnética presencia sobrevuela todo el filme, unos Colin Firth, Mark Strong, David Dencik, Toby Jones y Ciarán Hinds solidísimos como insondables miembros del Circus bajo sospecha y, finalmente Benedict Cumberbatch y Tom Hardy como agentes de a pié implicados en una trama que los sobrepasa. Del resto, incluyendo hasta el último figurante, todos cumplen sobradamente.

    El motivo real que condujo mis posaderas al cine fue el de ver que tal se desenvolvía Tomas Alfredson fuera de su Suecia natal y después de esa genialidad que era "Déjame entrar" y puedo decir que no me ha defraudado en absoluto, más bien al contrario: para mí es desde ya uno de los mejores directores en activo, con una carrera por delante que promete dejar huella. A él corresponde el mérito de que las distintas piezas que componen la película encajen sin la menor de las estridencias y, principalmente, el ritmo y la potente narrativa visual. Como espectador valoro enormemente el que no se me trate como a un idiota, cosa que no sentí en ningún momento con esta película: hay una lectura tras cada plano y de nosotros depende salir del cine habiendo entendido plenamente el film. Alfredson no nos da la historia masticada, con revelaciones de perogrullo o disertaciones que subrayen el pretendido sentido de todo, sino que utiliza con excelencia el medio del cuál es un maestro: el cinematográfico.

    Me dejo para el final, aunque sin restarle la importancia que se merece, la maravillosa banda sonora que ha compuesto Alberto Iglesias, justamente nominada al Oscar. Desde que lo descubrí en "Tierra" no ha dejado de crecer la admiración que le profeso. No es chauvinismo, es el justo reconocimiento a uno de los grandes compositores de nuestro tiempo.

    En cuanto a la necesaria clasificación del filme podríamos englobarlo dentro de los thrillers de espionaje de vertiente realista, género al que me he acercado en escasas ocasiones y de las que me vienen a la cabeza "Marathon Man", "Nuestro hombre en la Habana", "El espía que surgió del frío" del propio le Carré,"La conversación", "La vida de los otros" o "Munich". Me consta que son muchas más.

    No se acostumbren a tanta loanza, es simplemente que esta película se la merece. Me gustaría explicarles realmente el porqué es tan buena, pero les reventaría la historia porque técnica y discurso son indisolubles.

    Un consejo: véanla.