Muchas son las canciones que en el mundo han sido, incontables, así como los autores que con mayor o menor acierto les han puesto letra. Y casi todas tratan sobre eso que los necios se obstinan en llamar amor: Las hay sobre gente que está berraca bebe los vientos por otra que la ignora felizmente; sobre lo mucho que se quieren Manolito y Pepita, flor de un día, ajenos a una coda que, trufada de reproches, terminará por devolverles el seso; canciones acerca de miradas que se encuentran, sobre frote roces, abrazos, sonrisas psicóticas cómplices, besos... Es tal la saturación que enmascara incluso el auge de dos temáticas de ¿Nuevo? cuño: las canciones bacaladeras que hablan de la fiesta en tanto que fiesta en sí misma, temas bailongos sobre el bailar, ¿Se imaginan que pasase lo mismo con las de amor? y las que encierran una lectura sexual en medio de un estribillo mongolizante: Algo así como esta página, pero musicalizada. Pero, no desesperen: Aunque residuales en comparación, otras inquietudes humanas han encontrado su hueco en el mundo de la música. Incluso la mierda. Y no me estoy poniendo metafórico.
No es tema baladí, la mierda dice mucho de nosotros como sociedad; siendo incluso que filósofos como Slavoj Zizek ocupan en ella sus cavilaciones. Y, aunque la poliédrica naturaleza que le confiere su polisemia posibilita multitud de lecturas, la recopilación que sigue se centra en las meramente excrementicias. Así, quedan fuera un sinnúmero de significados que le han granjeado su identificación con lo malo sumada a cientos de generaciones con poco apego a ampliar su vocabulario. ¡Te voy a...! ¿Cómo se decía? Era algo malo, la mierda es mala. Ya sé: ¡Te voy a hacer mierda! Eso si me levanto de la silla, porque estoy un poco... Vaya, otra vez. Me cuesta pensar. ¡Vaya mierda! ¡Eso, eso es! Tengo una buena mierda encima.
Algunos estudiosos sostienen que estas canciones han sido fuertemente influenciadas por los poemas de urinario, pero la realidad es bien distinta: Para el sedente poeta vateril, el objeto literario está presente en el momento mismo de la composición o próximo a su materialización, por el contrario, la escatología musical nos presenta una idea de largo recorrido en la mente del compositor, en la que ya la mierda comenzó a ejercer su fascinación desde la tierna infancia. Quizás un día, paseando, un mojón captó su atención por primera vez; vermiforme, marrón, inerte, salado acechando inmóvil las suelas de los viandantes; y se agachó a recogerlo con cuidado, intuyendo la naturaleza frágil del ser que, cálido, se hundía bajo la presión de sus dedos. ¿Qué podría ser ese objeto tan fascinante? Intrigado, fue corriendo al encuentro de su madre con una sonrisa de oreja a oreja y se lo enseñó orgulloso. Pero, cuál no sería su sorpresa cuando ella lo recibió con el rostro arrugado por el asco. ¿Qué pasaba? Y a la estupefacción la siguió el miedo cuando mamá comenzó a tirarle con fuerza del brazo al tiempo que le gritaba órdenes confusas. Gente volviéndose hacia él, su madre vociferando, el llanto pugnando por brotar, un olor penetrante; y, de pronto el restallido de un bofetón contra la cara que hace que la mierda se le escapase de la mano y acabase estrellándose aparatosamente contra el suelo -Plaf-. Pobre mierda, descompuesta sobre la acera. Y nuestro tierno infante intuye que ser mayor consiste en odiar muchas cosas, entre ellas la caca. Y como todos los niños, interioriza la muerte de su amigo jugando, cantando y mofándose de ese cagarro anónimo con el que llegó a conectar, aunque sólo por un instante.
Esa es la génesis de la idea. Idea que ha de volver años después en ese momento turbulento que es la adolescencia. El joven busca sobreponerse al debilitamiento de la figura paterna, que deja de ser un referente al que imitar. ¿Qué es más fácil entonces que atacarla, definirse rompiendo con todo lo que le ha enseñado hasta entonces? Llega entonces la venganza de esa pobre mierda, ese reproche guardado durante tantos años. Y de la boca del joven brota un manantial de heces que, por momentos, acrecienta su caudal espoleado por el desagrado con que lo acogen los mayores. Pero la San Ildefonsiana claridad con que borbotea se torna en una estridencia de gallos al tiempo que la cara se le llena de granos. Mas -¡Horror!- no es éste el único cambio que ha de operarse en nuestro púber: Todavía están por llegar las afloraciones pilosas en lugares impúdicos, los vaivenes emocionales, la visita nocturna del duende que nos ensucia los calzoncillos, la imposibilidad de broncearse otra cosa que no sea la espalda y lo más duro de todo: Una extraña inclinación hacia el sexo contrario, o hacia el mismo, acompañada de una cierta incomodidad. Dualidad inexistente días antes y que habrá de acompañarlo el resto de su vida. Sea como fuere, tras la llamada de la naturaleza, se lanza febril al cortejo. Aunque, por desgracia, si sabia es la naturaleza, tiene a bien guardárselo para sí, y no nos dice como galantear, por lo que cada uno ha de buscarse la vida como buenamente puede. Entre las muchas opciones posibles, nuestro Romeo opta por montar un grupo y trovar bellas cantigas de amor con las que hacer que las damas caigan rendidas a sus pies. Pero, desgraciadamente, cantar al amor no se le da muy bien, así que, despechado, decide invertir toda esa enseñanza musical en componer temas satíricos. Y qué hay más cachondo que loar al sorete, ese viejo amigo. Sin saberlo, ha escogido el camino más largo para follar.
Esa es la génesis de la idea. Idea que ha de volver años después en ese momento turbulento que es la adolescencia. El joven busca sobreponerse al debilitamiento de la figura paterna, que deja de ser un referente al que imitar. ¿Qué es más fácil entonces que atacarla, definirse rompiendo con todo lo que le ha enseñado hasta entonces? Llega entonces la venganza de esa pobre mierda, ese reproche guardado durante tantos años. Y de la boca del joven brota un manantial de heces que, por momentos, acrecienta su caudal espoleado por el desagrado con que lo acogen los mayores. Pero la San Ildefonsiana claridad con que borbotea se torna en una estridencia de gallos al tiempo que la cara se le llena de granos. Mas -¡Horror!- no es éste el único cambio que ha de operarse en nuestro púber: Todavía están por llegar las afloraciones pilosas en lugares impúdicos, los vaivenes emocionales, la visita nocturna del duende que nos ensucia los calzoncillos, la imposibilidad de broncearse otra cosa que no sea la espalda y lo más duro de todo: Una extraña inclinación hacia el sexo contrario, o hacia el mismo, acompañada de una cierta incomodidad. Dualidad inexistente días antes y que habrá de acompañarlo el resto de su vida. Sea como fuere, tras la llamada de la naturaleza, se lanza febril al cortejo. Aunque, por desgracia, si sabia es la naturaleza, tiene a bien guardárselo para sí, y no nos dice como galantear, por lo que cada uno ha de buscarse la vida como buenamente puede. Entre las muchas opciones posibles, nuestro Romeo opta por montar un grupo y trovar bellas cantigas de amor con las que hacer que las damas caigan rendidas a sus pies. Pero, desgraciadamente, cantar al amor no se le da muy bien, así que, despechado, decide invertir toda esa enseñanza musical en componer temas satíricos. Y qué hay más cachondo que loar al sorete, ese viejo amigo. Sin saberlo, ha escogido el camino más largo para follar.
Pero no se aflijan, el arte suele florecer en las almas atormentadas. Quizás la semilla de los siguientes artistas se pierda en vano, pero siempre nos quedarán sus canciones:
Comencemos por los grafemas de los que se compone nuestra palabra. La adición sucesiva de todos ellos ilumina nuestro intelecto con tan feliz idea. ¿Qué mejor canción entonces para ir abriendo boca?
Pero la referencia no es siempre tan inmediata; a veces, su presencia ha de deducirse, aunque sobrevuele todo el tema. Y no; aunque también se la invoque por su nombre, me refiero a algo más "metafórico". Ya ven que la poesía imita a la vida; a momentos como aquellos en que el rítmico claqueo de nuestro caminar se ahoga súbitamente y notamos que el firme del suelo se hunde; sin mirar, ya nuestra nariz nos advierte de la naturaleza del suceso: Poesía.
"LA CACA DE COLORES" DE SINIESTRO TOTAL.
Como no siempre llueve a gusto de todos, también hay quien no está satisfecho del fruto de sus intestinos. Como denuncia este tema, algunos lo perciben como algo vulgar, algo de lo que avergonzarse. Al igual que los gabachos, tampoco los modernos aprecian sus tradicionales color y textura. En su ánimo de ruptura pretenden acabar con la ortodoxia del fecar mantenida con celo, generación tras generación, por nuestros ancestros. Cacas modernas, cacas existenciales, cacas desesperadas; vanos intentos de estreñimiento extrañamiento.
"PANTERA ROCA" DE MAMÁ LADILLA.
Todo lo contrario le sucede a Mamá Ladilla: Un grupo que ha llamado a algunos de sus discos como "Analfabada", "Autoretrete" o incluso le ha dedicado el conceptual "Disco Brown" al sorete, tiene necesariamente que amar el acto del fecar. Canciones como la sinestésica "Dolor a mierda", la inequívoca "Pastel", "Devórate otra hez", "Toilet" o "Introrretrete" dan buena fe de ello, aunque en ninguna se recreen con más deleite que en ésta.
"LA SEQUÍA" DE ALBERT PLÁ.
La mierda huele mal, no es ningún secreto, y su presencia se vuelve incómoda al tiempo de haber cagado, acto por lo demás totalmente necesario. En el amor, tampoco nos es grata la obstinación del desconocido de rigor por pernoctar en nuestra cama. El onvre o muhé de hoy, lejos de renunciar a tan placentero acto, se ha provisto de los medios necesarios para evitarse sus inmundas consecuencias. Y ya saben: Sólo caga bien el que ensucia la taza, y para limpiarla hace falta agua. Siendo que con su ausencia se nos impone una convivencia no prevista y mucho menos deseada. Los seres pusilánimes optan entonces por bajar la tapa, cerrar bien la puerta de baño, y no dejarse caer por allí más de lo necesario. Pero esa mierda los atormenta constantemente: Piensan en ella al comer, viendo el Sálvame Deluxe, al leer las memorias de Aznar... ¿Para qué mortificarse?: Si les gusta el cagar, gózenlo hasta sus últimas consecuencias. No podemos quedarnos sólo con lo bueno. Sigan el ejemplo propuesto por Albert Plà y asómense a esa taza en que macera la cena de hace una semana; no la observen analíticamente cual alemán, háganlo con amor. Y si no lo consiguen, recuerden que el roce hace el cariño. Por cierto, aquí tienen la letra traducida al español.
"COPROFAGIA" DE DEF CON DOS.
Pero no todo tiene que reducirese a los análisis contemplativos o a lo epicúreo del cagar; también es aconsejable abordar tan sustancioso tema desde la pragmática. Ajena todavía al gravamen del IVA, la ingesta heces se ha constituído en saludable alternativa al Hacendado.
"AGÜÍTA AMARILLA" DE LOS TOREROS MUERTOS.
Se preguntarán que pinta el pis en tan ilustre tema. Lo hace primeramente como miembro de pleno derecho de la familia de la escatología pero, especialmente porque es mucho más difícil dedicarle el monográfico que realmente se merece. Los Toreros Muertos llenaron un vacío intolerable en nuestra música al tiempo que entraban en el olimpo de las letras hispánicas a la diestra de Jorge Manrique. Ahora que lo pienso, la asociación no es tan casual como pueda parecer a simple vista: Después de plantar un pino, lo propio es regarlo. Desde 1986, año en que se popularizó esta canción, los homeópatas ya no son cabaces de concebir el sueño.
"ATAQUE DE CACA" DE LOS MOX.
Uno de los factores que más influyen nuestra reacción al saltar las alarmas del recto, es el del entorno en que nos hallamos. De no ser el idóneo, pasarmos a valorar lo apremiante de la emergencia. En caso de habernos quedado sin margen de maniobra, el fecar puede convertirse en algo muy embarazoso: No todos comprenderían que, de pronto, nos diésemos a nuestro placer favorito en su presencia. O quizás sí, pero eso amigos ya es otra historia.
"THE GASMAN BLUES" DE THE FART GUYS.
"Tanto Goear como YouTube han tenido la desfachatez de no incluír este maravilloso tema en su biblioteca. Mas no desalienten, si tienen Spotify podrán disfrutar de su maravillosa sonoridad. Búsquenlo, no se arrepentirán."
Para evitarnos el bochorno antes descrito, Dios ha tenido a bien proveernos del don de la profecía. Y, aunque no funciona siempre, un divertido efecto sonoro nos avisa de la cercanía de una masa de mierda oprimida que pugna por liberarse. ¡No me dirán que no son estas profecías más gozosas que las del mismo Malaquías! ¡Y con qué júbilo las profieren algunos!
"W.C" DE PORRETAS.
Suponiendo que los hados nos hayan sido favorables, habremos tenido el tiempo suficiente para arrastrar nuestras posaderas al cagadero. Lugar en que embriagarnos de paz pero que, al igual que todo paraíso, nos veremos obligados a abandonar tarde o temprano. Es entonces cuando se hace imprescindible el invento de los hermanos Scott: Ya sólo nos queda rebañarnos el orto y regresar al mundanal en lugar del anal ruído.
"ODA AL PAPEL HIGIÉNICO" DE LA TRINCA.