Putrículas IV: Salvajes


    Valorar esta película no me ha resultado sencillo por el mismo motivo que me decidió a verla en lugar de "A Roma con amor", "Blancanieves", "El artista y la modelo" o "Holmes & Watson. Madrid Days", bueno, esta última quizás no (fue hace un par de semanas): La dirige Oliver Stone, uno de mis directores favoritos. Y, aunque el avance no terminase de convencerme del todo, pensé que al compartir temática terminaría por parecerse a "Asesinos Natos" o "Giro al Infierno": Pequeñas obras maestras filmadas exquisitamente, de ritmo desquiciado y dotadas de un cáustico humor negro. En definitiva, me ciegan los prejuicios a la hora de valorar una película que, sin ser mala del todo, no está a la altura de maravillas como "Salvador", "Platoon", "Wall Street", "Nacido el Cuatro de Julio", "JFK" o "Alejandro Magno". Tampoco se halla su lugar entre las obras menores del director, las que sin alcanzar el nivel de sus mejores trabajos ya quisiesen para sí muchos otros. No, Salvajes cae más bien del lado de "World Trade Center" como obra absolutamente lamentable impersonal.

    El guión, escrito a tres manos por el propio Stone junto a Shane Salerno y al autor de la novela original: Don Wislow, gira alrededor de dos amigos de Laguna Beach que han hecho fortuna produciendo y distribuyendo marihuana de alta calidad. Mientras que Ben (Aaron Johson) se encarga de los aspectos botánicos y mercadotécnicos del asunto, Chon (Taylor Kitsch), ex Navy Seal traumado en Afganistán, hace lo propio con la parte expeditiva del negocio. El resto de personajes estadounidenses son O (Blake Lively) por Ofelia; que siempre queda muy culto citar a Shakespeare...touché, con la que ambos amigos forman un ménage à trois y Dennis (John Travolta), el agente de la DEA al que untan para seguir prosperando. Pero no todo va a ser alegría: un buen día el Cártel de Baja, deseoso de expandirse por el país del Tío Sam a la vez que mejora sus técnicas de producción, les ofrece un negocio que no podrán rechazar. Como Ben y Chon no parecen muy entusiasmados con la idea, secuestran a O para extorsionarlos, pero les acaban saliendo respondones y se inicia una espiral de violencia que arrasará con todo y con todos. Los miembros principales del Cártel son "La reina", interpretada por Salma Hayek, y su mano derecha Lado, al que presta sus facciones Benicio del Toro.

El trío de protagonistas: De largo lo peor de la película.
Recuerden que esta situación es producto de un chascarrillo lamentable.

    Se trata de una historia simple, perfecta para que Stone plasme en ella sus inquietudes personales. Como el resto de su cine trata sobre la violencia, ya sea esta física, económica o política; advierte sobre los males que aquejan a los Estados Unidos y, especialmente, nos muestra a una sociedad americana inocente y autosatisfecha que se da de bruces con la cruda realidad del mundo. Sin embargo, la mano de Stone, parece percibirse solamente en el título. Salvajes, apelativo con que unos y otros tildan al bando contrario; expresión liminal, que busca deshumanizar al enemigo, fijar con él una distancia insalvable. Siendo un tema recurrente en su ciclo de la guerra del Vietnam, es sin embargo en "Alejandro Magno" donde alcanza mayor protagonismo: En plena paranoia antimusulmana post 11-S, Stone nos recordó que el odio y la incomprensión entre ambas civilizaciones es milenario. No por nada, son los griegos los acuñadores del término "bárbaro" -primo semántico de aquél que nos ocupa- con el que regalaban los oídos de todos los que no compartían su idioma y cultura, consideración muy parecida a la que los persas tenían de sus vecinos comedores de moussaka. La lectura política era y, por desgracia, es evidente.

O el decorador de los zulos del Cártel de Baja es un cachondo,
o esta imagen pinta lo mismo en este post que en la película.
    Pero si decepcionante resulta el argumento, mucho más lo son las pésimas personalidad e interpretaciones del trío protagonista. Reconozco la dificultad de desarrollar a tres personajes simple y llanamente imbéciles, con inquietudes propias de un protozoo, de actitud rayana en la suicida y, para más inri, artífices de conversaciones sonrojantes -me viene a la mente un chascarrillo sobre Paul Newman que debiera ser delito federal-: pero he visto a zombis más expresivos. El trío amoroso no resulta nada creíble y, si no fuese por el par de videocliperas escenas de sexo con que arranca la película y de algún que otro diálogo, totalmente obviable. Un acercamiento tosco, supongo que en pos de un poco de polémica, muy alejado de la profundidad con que lo abordan obras como "Jules et Jim", "Soñadores" o "Y tu mamá también" o del espíritu calentorro de otras como "Juegos Salvajes". Vamos, que está ahí para hacer bulto. Para rematar la faena, Ophelia, que hace las veces de narradora, trufa el film de aseveraciones de perogrullo y unas moñerías más propias de esas películas que un hombre sólo va a ver cuando le interesa más lo que tiene a su lado que lo que se proyecta en la pantalla. Siendo sinceros, deseé que los narcos hiciesen bien su trabajo y se los cargasen a todos.

    Deseo que procede de hecho del que los actores mejicanos sí estén a la altura: especialmente una Salma Hayek a la que recuerdo pocas interpretaciones tan buenas y a un Benicio del Toro genial, como casi siempre. También es cierto que el guión los trata con un poco más de cariño y el director de casting también, para que negarlo.
Lo mejor de la película...no me entiendan mal.

    Además, me gustaron la histriónica actuación de John Travolta, no sé si calificarla de buena o mala pero pega bastante con el tono desfasado del film, y algunos momentos puntuales que me recordaron visualmente a "Asesinos Natos", como la escena del secuestro de O. Lo del final doble, ni me convence ni deja de hacerlo: En otra película podía ser un recurso rompedor pero en esta, y a esas alturas de proyección ya me daba un poco lo mismo.

    Resumiendo: Una dirección de Stone tan sólida en lo visual como impersonal en el fondo, un elenco totalmente descompensado y un guión algo confuso en el que los gringos llegaron tarde cuando se rifaban las personalidades. A diferencia de muchos descreídos, yo confío en el enorme talento que atesora el director y espero con ilusión su próxima película: ¿De nuevo un film político?


Putrículas III: De Prometeos que corren sobre el filo

    Antes de nada, les advierto de que esta entrada revela detalles importantes de la trama de Prometheus. Si no la han  visto envidio su inocencia aunque no el que vayan a pasar en breve por el mal trago de ser desflorados por Lindelof les recomiendo que no la lean. Si la han visto también.


   Aunque pueda parecer paradójico, la recientemente estrenada Prometheus está más emparentada con Blade Runner que con la precuelizada Alien. Más allá de lo obvio, ambas optan por abordar el tema de la vida desde una perspectiva metafísisca con esporádicas pinceladas de misticismo y por guiones que ceden todo protagonismo a una apabullante ambientación, motivos por los que fueron destrozadas por la crítica del momento. Sin embargo, aunque los años han sentado bien a Blade Runner -las muchas relecturas que de ella se han hecho le han aportado una riqueza bastante mayor que la que tenía en su estreno- no parece probable que Prometheus acabe corriendo su misma suerte. ¿Porqué? Si preguntas es porque no la has visto. ¿Reflexiono o me alieno?...¡Esquizofreniaaaa! Pues porque el modo de hacernos reflexionar de Blade Runner consistía en arrojarnos cuestiones existenciales indiscriminadamente para, acto seguido, esconder la mano y dejar su respuesta en suspensión. La puesta en escena poética y el ritmo pausado favorecían un visionado reflexivo. Prometheus, un poco más pedestre, trata de dar una explicación trivial a cuestiones que no lo son en absoluto y que sinceramente no parecen tener mucho que ver con la trama. Un ejemplo: La vida en la Tierra es producto de los ingenieros. Vamos, sin paños calientes. ¿Tenían razón entonces los raelianos? Y, de surgir en otros planetas: ¿Cómo lo hizo en ellos? Teníamos un problema y ahora tenemos dos, genial.


 He visto cosas que vosotros no creeríais...
    Todo esto sería perdonable si por lo menos el guión estuviese bien construido. Que errático, pretencioso, contradictorio pedazo de mierda o hueco sean las primeras palabras que me vienen a la cabeza para definirlo no puede ser bueno. Tampoco juegan a su favor ni un desarrollo de personajes lamentable ni la evidente obsesión del guionista, Damon Lindelof para más señas, por añadir todo aquello que tuvo la desgracia de perturbar la habitual planitud de su electroencefalograma, lo que se traduce en una amalgama informe de referencias de Perogrullo y giros a ninguna parte.

    Nada que ver con el maravilloso guión escrito para la primera entrega por Dan O'Bannon -tristemente fallecido en 2009- que, aunque confeccionado con una materia más propia de la serie B, contaba con toda la sabiduría y lucidez de que carece éste. El libreto de O'Bannon parte de lo simple para edificar una trama sin fisuras, desarrollada en un universo coherente, con su propia lógica interna y, lo más importante de todo, poblado por seres humanos con los que es posible identificarse: Nada tiene que ver el impacto que causaba la muerte de un tripulante de la Nostromo con la de cualquiera de los peleles perfilados en base a, con suerte, un par de estereotipos que deambulan por la Prometheus. También destacaba por la sabia utilización de los golpes de efecto que además, cosa rara hoy en día, soportaban el análisis del espectador atento. Si bien es cierto que Lindelof no lo tenía fácil a la hora de sorprender al espectador, también lo es lo hizo de una de las peores maneras posibles: a no ser por un par de detalles tales como son las fechas y nombres planetas discordantes, difíciles de apreciar en un primer visionado, todo parece estar construído para disponer el escenario que tiempo después visitarán los infortunados tripulantes de la Nostromo. Sólo que no; al final las piezas no encajan y el espectador se queda patidifuso. Yo ya me estaba imaginando a Ripley y compañía ciegos a la chatarra humana diseminada en derredor de la nave alienígena, a Charlize Theron espachurrada debajo –pobrecita- y toda una miríada de errores de concordancia con la primera parte. Pero no, esta película resulta no tener nada que ver con las anteriores, aunque la trama parezca indicar todo lo contrario. Esto sí que era imprevisible y no los finales de Shyamalan.


¿Qué fue primero, el Alien o la banana?
    Es una pena ver lo mal que ha acabado un material de partida tan interesante en manos de Lindelof. Y, aunque yo no fuese la persona más interesada del mundo en que Scott materializase su amenaza de explicar la procedencia del Space Jockey (ese extraterrestre fosilizado que ahora resulta que era un humanoide grandote) y de porqué había un cargamento de huevos de alienígena en la bodega de su nave, la idea tenía potencial. Por mi parte, prefería la feliz decisión de sugerir en vez de explicitar que tan bien había funcionado en el primer film: aliviando al guión para centrarlo en la lucha por la supervivencia, convirtiendo a la criatura alienígena en un Lovecraftiano horror proveniente del espacio en lugar de a una vulgar arma química y dando pie incluso a una lectura trágica: la del destino compartido ambas naves a pesar de lo diferente de sus circunstancias. Scott nunca ha ocultado su deseo de arrojar luz sobre los orígenes de su película y llevar a los espectadores al Planeta de los Aliens, al igual que un día se le cruzaron los cables y se empeñó en modificar Blade Runner hasta dar a entender que Deckard era un replicante, aunque tan rocambolesca revelación fuese en contra del propio espíritu del film. Pero,  ansias autodestructivas aparte, resulta sorprendente que tras haber rehuído durante tantos años el regreso a la ciencia ficción, éste haya acabado siendo tan atropellado. Quizás la tortuosa preproducción de esta película pudiese explicar muchos de sus defectos puesto que, parece ser, se aleja bastante de la idea que tenía inicialmente en mente Ridley y que le hubiese valido una calificación R, pero debido al alto coste de producción, alrededor de los 130 millones de dólares, debió plegarse a las exigencias de la Twentieth en favor de una película más convencional. No obstante, los avatares de la producción no le eximen de no haber sabido abandonar el barco a tiempo y acabar filmando con el piloto automático lo que a todas luces era un guión deficiente. Quizás por desapasionamiento, quizá porque el 3D y la oscuridad no se llevan muy bien, decidió despojar a su criatura de la maravillosa ambientación de la película del 79 en pos de otra cercana a la del Cameron más aséptico y anodino. Y es que Prometheus se parece más a Aliens que al Alien del propio Scott; paradojas de la vida cuando, con eso de la presencia de pulpos y moco multicolor, el “homenajeado” debería haber sido claramente Jeunet.


¡Alien y Regreso al futuro están conecatadas!
¡Precuela explicativa ya!

    De la banda sonora poco se puede decir: es intrusiva y perfectamente olvidable.

    Finalmente, tengo que reconocer que el film sí invita a la reflexión: Al salir del cine, sentía que me había perdido algo, que tanta incoherencia sólo era producto de un visionado a la ligera, que no podía ser que una película tan cara y pretenciosa, dirigida además por uno de los grandes mitos del género, careciese por completo de sentido. Pero no; la realidad terminó por abrirse paso. Triste pero cierto: Lindelof y Scott se habían quedado conmigo.




    Aprovecho esta entrada para dedicarle un tardío adiós a Tony Scott: las feroces críticas que he vertido sobre él se deben a que era un director dotado de gran talento que sin embargo no supo o no quiso utilizar adecuadamente. De los directores realmente malos no me río, de hecho ni los conozco. Descanse en paz.