Recomendar por recomendar: Asesino en serio.


  Muchas veces, asumir como propia la opinión mayoritaria nos reconcilia con la humanidad; con unos conciudadanos que hacen gala de un enorme criterio a la hora de calificar como mala a una película -aunque no sean tan certeros dirigiendo sus alabanzas-. Y eso es bueno, porque el engranaje social se pone en marcha para evitarnos malgastar el dinero en ver bazofia.¡Prometheus no puede ser mala!¡La gente se equivoca! Sin embargo, no son pocos los filmes que escapan al escrutinio público; especialmente aquellos minoritarios y/o aberrantes. Espectro que incluye a esta película y a la mayoría de las pertenecientes a mi filmoteca: No todo el mundo puede apreciar la enorme y depravada inteligencia que atesora, no porque no sean imbéciles, sino porque están cuerdos. Por eso nos acercamos a este tipo de obras casi a ciegas, temerosos, azuzados por la curiosidad que vaya a saber usted qué detalle ha despertado en nuestra mente enferma. En mi caso fueron dos: Un guión centrado en un asesino que mata a base de ¡MEGAORGASMOS! y de Santiago Segura haciendo el papel de cura. Ya conocen mis fetiches clericales. Pero vayamos por partes:

    El guión no es una obra de precisión ni nada que se le parezca, pero está lo suficientemente bien armado para que el argumento no ceda todo protagonismo al ¡MEGAORGASMO!. Pivota sobre dos tramas entrecruzadas cuyo eje es el comandante Martínez (Jesús Ochoa): En primer lugar una policíaca relacionada con un asesino, si puede llamársele de esa manera, que mata a sus víctimas de placer -¿Proporcionar un ¡MEGAORGASMO! mortal puede considerarse homicidio?- y en segundo una amorosa que rápidamente torna en otra de engaño y celos alrededor de su joven novia Yolanda (Ivonne Montero). Los sospechosos que se llegan a barajar en la investigación son Onofre (Daniel Giménez Cacho), un arqueólogo especializado en culturas prehispánicas, y el disoluto párroco Gorkisolo (Santiago Segura).

    Sería interesante psicoanalizar a Javier Valdés -autor tanto del libro como del guión- y a parte de la población masculina para llegar al fondo de la cuestión de por qué el orgasmo, cuantitativamente elevado a ¡MEGAORGASMO! puede trascender su placentera acepción para devenir en muerte. ¿Es matar de gusto llevar un paso más allá lo que se entiende como una forma de violencia en sí misma? ¿El oscuro anhelo de quién sabe que no puede satisfacer sexualmente a su pareja? ¿La sexualidad femenina algo tan simple como para poder fundir los plomos de cualquier buena moza tras tocarle el botón correcto? ¿Suya o nuestra? Es mejor no meterse en estos berenjenales y disfrutar de una divertida película. Aunque...

     El trabajo actoral es correcto, mucho mejor de lo que a priori se podría esperar de un reparto curtido en mil y una intrigas de sobremesa; en ese género en que lo más banal da lugar a las más histriónica explosiones que es el del culebrón. Entre todos destaca un descacharrante Santiago Segura, no porque su interpretación sea la mejor, sino por la absoluta irreverencia con que construye a un cura licencioso y pendenciero: Los momentos en que narra sus calaveradas son sin lugar a dudas lo mejor del film. Tampoco me olvido de la caracterización que del forense Vivanco hace Rafael Inclán, que arranca más de una risotada.


    De la producción y la dirección tampoco se pueden decir muchas cosas: Se trata de una coproducción hispano-mejicana del 2002 a tres bandas entre Altavista Films y las compañías de Benicio del Toro (Tequila Gang) y Santiago Segura (Amiguetes Entertainment), siendo la cabeza visible la de Antonio Urrutia; en la que es una dirección muy correcta.

    Llegado a este punto podrían preguntarse por el motivo de que les hable de esta medianía. En primer lugar porque, tal y como anuncia el encabezado, esto va de hacer recomendaciones irreflexivas; pero, especialmente, porque es de ese tipo de películas que se ven con una sonrisa dibujada en la cara, gesto desencajado y ojos en blanco si son unos degenerados como el que esto suscribe, que a veces cede ante una sonora carcajada. Una forma de hacer comedia que parece que se está perdiendo entre tanta chorrada referencial; una película que cocina a fuego lento sus propios gags sin robar los de los demás parodiar a nadie.

    Recuerden que, si no les gusta, siempre les quedará el consuelo de saberse gente sana.

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