
Muchas veces, asumir como propia la opinión mayoritaria nos reconcilia con la humanidad; con unos conciudadanos que hacen gala de un enorme criterio a la hora de calificar como mala a una película -aunque no sean tan certeros dirigiendo sus alabanzas-. Y eso es bueno, porque el engranaje social se pone en marcha para evitarnos malgastar el dinero en ver bazofia.
El guión no es una obra de precisión ni nada que se le parezca, pero está lo suficientemente bien armado para que el argumento no ceda todo protagonismo al ¡MEGAORGASMO!. Pivota sobre dos tramas entrecruzadas cuyo eje es el comandante Martínez (Jesús Ochoa): En primer lugar una policíaca relacionada con un asesino, si puede llamársele de esa manera, que mata a sus víctimas de placer -¿Proporcionar un ¡MEGAORGASMO! mortal puede considerarse homicidio?- y en segundo una amorosa que rápidamente torna en otra de engaño y celos alrededor de su joven novia Yolanda (Ivonne Montero). Los sospechosos que se llegan a barajar en la investigación son Onofre (Daniel Giménez Cacho), un arqueólogo especializado en culturas prehispánicas, y el disoluto párroco Gorkisolo (Santiago Segura).
De la producción y la dirección tampoco se pueden decir muchas cosas: Se trata de una coproducción hispano-mejicana del 2002 a tres bandas entre Altavista Films y las compañías de Benicio del Toro (Tequila Gang) y Santiago Segura (Amiguetes Entertainment), siendo la cabeza visible la de Antonio Urrutia; en la que es una dirección muy correcta.
Llegado a este punto podrían preguntarse por el motivo de que les hable de esta medianía. En primer lugar porque, tal y como anuncia el encabezado, esto va de hacer recomendaciones irreflexivas; pero, especialmente, porque es de ese tipo de películas que se ven con una sonrisa dibujada en la cara, gesto desencajado y ojos en blanco si son unos degenerados como el que esto suscribe, que a veces cede ante una sonora carcajada. Una forma de hacer comedia que parece que se está perdiendo entre tanta chorrada referencial; una película que cocina a fuego lento sus propios gags sin robar los de los demás parodiar a nadie.
Recuerden que, si no les gusta, siempre les quedará el consuelo de saberse gente sana.
Recuerden que, si no les gusta, siempre les quedará el consuelo de saberse gente sana.
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