La berracada del día V

    Mamá, es es ese edificio que parece una enorme...


Pene Agbar

Recomendar por recomendar: Asesino en serio.


  Muchas veces, asumir como propia la opinión mayoritaria nos reconcilia con la humanidad; con unos conciudadanos que hacen gala de un enorme criterio a la hora de calificar como mala a una película -aunque no sean tan certeros dirigiendo sus alabanzas-. Y eso es bueno, porque el engranaje social se pone en marcha para evitarnos malgastar el dinero en ver bazofia.¡Prometheus no puede ser mala!¡La gente se equivoca! Sin embargo, no son pocos los filmes que escapan al escrutinio público; especialmente aquellos minoritarios y/o aberrantes. Espectro que incluye a esta película y a la mayoría de las pertenecientes a mi filmoteca: No todo el mundo puede apreciar la enorme y depravada inteligencia que atesora, no porque no sean imbéciles, sino porque están cuerdos. Por eso nos acercamos a este tipo de obras casi a ciegas, temerosos, azuzados por la curiosidad que vaya a saber usted qué detalle ha despertado en nuestra mente enferma. En mi caso fueron dos: Un guión centrado en un asesino que mata a base de ¡MEGAORGASMOS! y de Santiago Segura haciendo el papel de cura. Ya conocen mis fetiches clericales. Pero vayamos por partes:

    El guión no es una obra de precisión ni nada que se le parezca, pero está lo suficientemente bien armado para que el argumento no ceda todo protagonismo al ¡MEGAORGASMO!. Pivota sobre dos tramas entrecruzadas cuyo eje es el comandante Martínez (Jesús Ochoa): En primer lugar una policíaca relacionada con un asesino, si puede llamársele de esa manera, que mata a sus víctimas de placer -¿Proporcionar un ¡MEGAORGASMO! mortal puede considerarse homicidio?- y en segundo una amorosa que rápidamente torna en otra de engaño y celos alrededor de su joven novia Yolanda (Ivonne Montero). Los sospechosos que se llegan a barajar en la investigación son Onofre (Daniel Giménez Cacho), un arqueólogo especializado en culturas prehispánicas, y el disoluto párroco Gorkisolo (Santiago Segura).

    Sería interesante psicoanalizar a Javier Valdés -autor tanto del libro como del guión- y a parte de la población masculina para llegar al fondo de la cuestión de por qué el orgasmo, cuantitativamente elevado a ¡MEGAORGASMO! puede trascender su placentera acepción para devenir en muerte. ¿Es matar de gusto llevar un paso más allá lo que se entiende como una forma de violencia en sí misma? ¿El oscuro anhelo de quién sabe que no puede satisfacer sexualmente a su pareja? ¿La sexualidad femenina algo tan simple como para poder fundir los plomos de cualquier buena moza tras tocarle el botón correcto? ¿Suya o nuestra? Es mejor no meterse en estos berenjenales y disfrutar de una divertida película. Aunque...

     El trabajo actoral es correcto, mucho mejor de lo que a priori se podría esperar de un reparto curtido en mil y una intrigas de sobremesa; en ese género en que lo más banal da lugar a las más histriónica explosiones que es el del culebrón. Entre todos destaca un descacharrante Santiago Segura, no porque su interpretación sea la mejor, sino por la absoluta irreverencia con que construye a un cura licencioso y pendenciero: Los momentos en que narra sus calaveradas son sin lugar a dudas lo mejor del film. Tampoco me olvido de la caracterización que del forense Vivanco hace Rafael Inclán, que arranca más de una risotada.


    De la producción y la dirección tampoco se pueden decir muchas cosas: Se trata de una coproducción hispano-mejicana del 2002 a tres bandas entre Altavista Films y las compañías de Benicio del Toro (Tequila Gang) y Santiago Segura (Amiguetes Entertainment), siendo la cabeza visible la de Antonio Urrutia; en la que es una dirección muy correcta.

    Llegado a este punto podrían preguntarse por el motivo de que les hable de esta medianía. En primer lugar porque, tal y como anuncia el encabezado, esto va de hacer recomendaciones irreflexivas; pero, especialmente, porque es de ese tipo de películas que se ven con una sonrisa dibujada en la cara, gesto desencajado y ojos en blanco si son unos degenerados como el que esto suscribe, que a veces cede ante una sonora carcajada. Una forma de hacer comedia que parece que se está perdiendo entre tanta chorrada referencial; una película que cocina a fuego lento sus propios gags sin robar los de los demás parodiar a nadie.

    Recuerden que, si no les gusta, siempre les quedará el consuelo de saberse gente sana.

De pajaritos y pajarracos

    No sabría decir en que momento comenzó todo porque, como en la mayoría de cambios, sus orígenes se pierden en la bruma del recuerdo. Hace años, mi mirada debió sobrevolar el término con indolencia, ajena al fastidio con el que hoy nota su insolente persistencia; seguramente en una cafetería: remanso en que darse a la lectura de un diario tendencioso y adoptar un par de ideas de prestado entre sorbo y sorbo de café humeante... Mientras, a miles de kilómetros, un risueño Juan Valdez seguido de su inseparable mula, trota risueño colina arriba en esa arcadia que debe ser el campo colombiano: un acercarse a a un cafeto para comprobar la calidad del grano, certificada con otra sonrisa; un volverse al camino para al poco saludar a un amigable miembro de las FARC; Conchita, avanzando a duras penas tras su amo, quebrado el espinazo bajo las sacas, preocupada por el redoble en la lejana sierra, ignorante de la saña con que la DEA castiga lo más selecto de la industria agrícola del país; finalmente, Juan Valdez nota nuestra presencia y, recortado sobre la selva nos despide con el brazo. Con fastidio somos arrancados de nuestra ensoñación para regresar a una realidad en crisis. De nuevo entre las páginas del periódico, de nuevo con el respaldo de la silla clavándoseme en los riñones, aplanado el culo; me sorprende lo avanzado de la lectura y pienso en los titulares, quién sabe si párrafos enteros, leídos maquinalmente: ¿Habrán dejado algún poso en mi subconsciente?¿Se colaría así la fastidiosa palabra entre mis pensamientos, tuteándolos cada día con más descaro? ¿O la realidad fue bien distinta? Sea como fuere, percibo con tristeza la indiferencia que causa el amancebamiento de lo analógico y lo digital; que las redes sociales asomen por entre las páginas de ese delicioso anacronismo que es el periódico. La banalidad de unas desentona con ese pretendido ánimo de lavarnos el cerebro informar del otro, de trascender el mundanal ruido para comprender un poco mejor una realidad que nos asfixia. Twitter es una cacofonía vana: el siguiente y van... paso en la comunicación, los gorjeos de una comunidad a la que ya no basta con mutilar la gramática en pos de la inmediatez, sino que ahora se ha decidido por hace lo propio con las ideas, los conceptos...



    Twitter, a diferencia de otras redes sociales, no busca una comunicación horizontal sino vertical, al estilo de esta santa casa: Blogger -la plataforma que me permite difundir mis ideas a una audiencia a la que no le importan, lo cual demuestra su enorme criterio. ¡Gracias Google!-. Precisamente por eso se la define como plataforma de microblogging. Con la brevedad de las entradas por seña, escasos 140 caracteres, parece recuperar una forma de escritura que se creía extinta, conservada únicamente por un reducido grupo de literatos anónimos en los baños públicos: el epigrama. Twitter podría haberse convertido en un interesante proveedor de noticias, tal que un teletipo personalizado, o en el hábitat en que Paulo Coelho nos asaete a cuestiones de metafísica basura, pero lo ilimitado de la inventiva humana le ha asegurado usos bastante más lamentables. Podría extenderme más pero: ¿Qué les voy a contar a ustedes?

    A simple vista, Twitter presenta dos problemas fundamentales:

  • En primer lugar nos topamos con que los 140 caracteres se erigen en barrera formidable para desarrollar una idea de cierta complejidad; como mucho dan para aseveraciones u opiniones infundadas. Eso si pretendemos contar algo, sustancioso...
  • El graznador twittero promedio supone que los demás, sus incautos seguidores, han de sentir una extraña fascinación por toda cuanta chorrada se le ocurra, incluidos los pormenores de su miserable existencia. Algo que parece entroncar con esa aspiración humana de alcanzar la fama sin aportar nada de provecho: Fama por ser quiénes somos, fama que emana de nuestra persona, aunque esté revestida de la mayor de las mediocridades. Sin lugar a dudas esto refleja un problema de fondo mucho mayor que excede el ámbito de este análisis y, para que negarlo: de mi capacidad y paciencia.
    Pero lo realmente inquietante es su parecido con un enorme patio de vecinos: Siempre prestos al linchamiento, a la grotesca deformación del boca a boca y a someter al pobre infeliz que ha tenido a mal atraerse el sambenito del "hashtag" a la picota digital. ¿Pensaba que los ajusticiamientos públicos habían pasado de moda? No se engañe, ahora los autos de fe son "trending topic": No hemos cambiado nada. Tampoco en lo de meter anglicismos con calzador: ¿Qué tienen de malo "etiqueta" y "temas más populares" para que no los quieran?

#Estoyapuntodelkjdfakjkldsfjakyyyyyyyyyyyyyy
    Y eso pasa a la prensa, y, como es normal, me cabreo y pienso no ya en bandadas de pajarracos, sino más bien en una piara de cerdos famélicos alrededor de un pesebre vacío. En un porquero que se acerca con un cubo de desperdicios y que, tras verterlo, sale corriendo. Al instante, los cerdos se confunden en un torbellino de cabezas que pugnan por un bocado, cabezas que lanzan mordiscos al aire, de marranos saltando sobre los demás mientras retumba una cacofonía de gruñidos, oinks y gñies; cuerpos rosados cubiertos por una capa de barro y mierda; una pestilencia asfixiante. Siempre hambrientos, siempre esperando a una nueva ración de sobras.

    La voracidad es el mayor de los males de la red que termina por trasladarse al papel. Trufando las páginas de polémicas estériles sobre tales o cuales palabras de una Mariló Montero, un Wert o una Amaia Montero, habitualmente sacadas de contexto. La reflexión completa de Mariló diluía un poco la estulticia de su tesis; Wert, aunque pésimo ministro de Educación, no es tan radical como parecía indicar la oración más dura de su discurso, excesiva sin la compañía de otras que la matizasen, y cualquier desdichado seguidor de Amaia Montero podría confirmar que su febril actividad a la hora de acuñar moñadas la expone a que de tanto en tanto haga saltar los plomos en mentes menos cándidas. Pero eso no pareció importar a los miles de twitteros que se cebaron con ellos. Hecho que no hacen más que confirmar el ímpetu irreflexivo de los mismos, de su inflamabilidad ante la insensatez de cualquier pirómano.

    Mi alusión al epigrama no era casual, puesto que se trata de una composición especialmente funeraria: Sellamos con cada twitt la tumba de nuestra cultura. Siglos y siglos de pensamiento abandonados a la putrescencia. Palada tras palada.

Twitter es una mierda. Suena rotundo, despojado de vehículo que ha de dárselo a entender. Sin matices, a lo bruto. Lejos de un trino, más cercano a la reverberación de un trombón, genuflexión de su autor, un sonido húmedo...

La berracada del día IV

LA ERÓTICA DEL FUTBOLÍN:

    El futbolín es más que un juego, mucho más: es la síntesis del pensamiento de ese gran filósofo que fue Alexandre de Fisterra. Por desgracia, este hecho es desconocido para la mayor parte de los mortales que no ven en él mas que un vulgar entretenimiento, un juego de bar. ¡Qué ceguera!

    Me propongo por tanto desentrañar la profunda alegoría que oculta su práctica. La próxima vez se lo pensarán dos veces antes de desatar poderes que no pueden comprender. Así que, en dos hileras enfrentadas mango en ristre, prepárense para ensanchar su comprensión de los juegos populares en todas sus acepciones.

Rooney, en el preciso instante de convertirse en jugador de futbolín.

    El futbolín es realmente un complejo juego de metáforas sexuales que, de igual modo que las estrellas para los navegantes, guía al salido hacia la consecución de sus más abyectos deseos al enamorado a ser correspondido en sus anhelos amorosos. El objetivo del juego no deja lugar a dudas: gana el que la mete primero. Para ello pueden emplearse un sinnúmero de estrategias que pueden sintetizarse en dos corrientes antitéticas:

  • La primera nos propone un acercamiento reflexivo al juego: por medio de pases y controles precisos, hallar un hueco por dónde habremos de colarla hábilmente. Su axioma es: seleccionar la jugada y ejecutarla con una maestría mayor que la desplegada por el contrario para frustrarla; con suerte, el rival no se percatará de nuestra intención hasta que ya sea demasiado tarde. Se trata de una variante sutil, elegante del juego, practicada solamente por aquéllos conscientes de su dominio del mismo.
  • La segunda, un poco más pedestre, consiste en rematar toda cuanta pelota se ponga a tiro sin mirar a dónde, puesto que alguna ha de entrar. Esta táctica es conocida en los ambientes menos académicos como "tirar p'alante". El equipo que la emplea, en asumiendo tanto su inferioridad técnica como su carencia del aptitudes naturales para el juego, supedita toda probabilidad de éxito al factor suerte. Estudios científicos totalmente absurdos, de esos que hacen bulto en el telediario han demostrado una desconcertante predisposición, por parte de este grupo a poseer mayor fuerza en su brazo bueno que los sujetos del grupo anteriormente mencionado.
Existen múltiples configuraciones de juego.
¿Un dos para uno mientras un cuarto mira? ¿Por qué no?
Sólo existe una norma escrita: A mayor número de participantes, más diversión.

    Ya sea meterla o embocarla -simple cuestión semántica-, la partida consiste en una repetición finita de este simple principio. Nada más importa: El mundo se desvanece ante este anhelo, partida tras partida, intentando meterla antes de que sin que te la metan a ti. Es entonces cuando, llegando el juego en su clímax, ambos contendientes igualados, intenso el peloteo y un último arreón, suena un plaf y se hace el silencio. Un breve momento de estupefacción, y ambos bandos se miran, perladas de sudor sus frentes, agitadas sus respiraciones. La gloria para el ganador, efímera en tanto que una nueva partida está a punto de comenzar; para el perdedor, tan sólo la acerba derrota y un brazo dolorido...
No sabría decir porqué, pero este futbolín me resulta perturbador.
    Juego ideado en la Guerra Civil, -"en el Año de la Pera D.C., de la paja en ojo ajeno, de la búsqueda de setas en los crepúsculos de invierno", que dirían Siniestro Total- vestigio de una época en que el refocilo estaba muy caro; hoy sus postulados nos pueden parecer un tanto obvios, puesto que la mayoría de nosotros podríamos ser considerados teóricos de la materia, pero su práctica ha dulcificado la vida de múltiples generaciones y parece tener tener el futuro asegurado para solaz de nuestros hijos y nietos.
 

Putrículas IV: Salvajes


    Valorar esta película no me ha resultado sencillo por el mismo motivo que me decidió a verla en lugar de "A Roma con amor", "Blancanieves", "El artista y la modelo" o "Holmes & Watson. Madrid Days", bueno, esta última quizás no (fue hace un par de semanas): La dirige Oliver Stone, uno de mis directores favoritos. Y, aunque el avance no terminase de convencerme del todo, pensé que al compartir temática terminaría por parecerse a "Asesinos Natos" o "Giro al Infierno": Pequeñas obras maestras filmadas exquisitamente, de ritmo desquiciado y dotadas de un cáustico humor negro. En definitiva, me ciegan los prejuicios a la hora de valorar una película que, sin ser mala del todo, no está a la altura de maravillas como "Salvador", "Platoon", "Wall Street", "Nacido el Cuatro de Julio", "JFK" o "Alejandro Magno". Tampoco se halla su lugar entre las obras menores del director, las que sin alcanzar el nivel de sus mejores trabajos ya quisiesen para sí muchos otros. No, Salvajes cae más bien del lado de "World Trade Center" como obra absolutamente lamentable impersonal.

    El guión, escrito a tres manos por el propio Stone junto a Shane Salerno y al autor de la novela original: Don Wislow, gira alrededor de dos amigos de Laguna Beach que han hecho fortuna produciendo y distribuyendo marihuana de alta calidad. Mientras que Ben (Aaron Johson) se encarga de los aspectos botánicos y mercadotécnicos del asunto, Chon (Taylor Kitsch), ex Navy Seal traumado en Afganistán, hace lo propio con la parte expeditiva del negocio. El resto de personajes estadounidenses son O (Blake Lively) por Ofelia; que siempre queda muy culto citar a Shakespeare...touché, con la que ambos amigos forman un ménage à trois y Dennis (John Travolta), el agente de la DEA al que untan para seguir prosperando. Pero no todo va a ser alegría: un buen día el Cártel de Baja, deseoso de expandirse por el país del Tío Sam a la vez que mejora sus técnicas de producción, les ofrece un negocio que no podrán rechazar. Como Ben y Chon no parecen muy entusiasmados con la idea, secuestran a O para extorsionarlos, pero les acaban saliendo respondones y se inicia una espiral de violencia que arrasará con todo y con todos. Los miembros principales del Cártel son "La reina", interpretada por Salma Hayek, y su mano derecha Lado, al que presta sus facciones Benicio del Toro.

El trío de protagonistas: De largo lo peor de la película.
Recuerden que esta situación es producto de un chascarrillo lamentable.

    Se trata de una historia simple, perfecta para que Stone plasme en ella sus inquietudes personales. Como el resto de su cine trata sobre la violencia, ya sea esta física, económica o política; advierte sobre los males que aquejan a los Estados Unidos y, especialmente, nos muestra a una sociedad americana inocente y autosatisfecha que se da de bruces con la cruda realidad del mundo. Sin embargo, la mano de Stone, parece percibirse solamente en el título. Salvajes, apelativo con que unos y otros tildan al bando contrario; expresión liminal, que busca deshumanizar al enemigo, fijar con él una distancia insalvable. Siendo un tema recurrente en su ciclo de la guerra del Vietnam, es sin embargo en "Alejandro Magno" donde alcanza mayor protagonismo: En plena paranoia antimusulmana post 11-S, Stone nos recordó que el odio y la incomprensión entre ambas civilizaciones es milenario. No por nada, son los griegos los acuñadores del término "bárbaro" -primo semántico de aquél que nos ocupa- con el que regalaban los oídos de todos los que no compartían su idioma y cultura, consideración muy parecida a la que los persas tenían de sus vecinos comedores de moussaka. La lectura política era y, por desgracia, es evidente.

O el decorador de los zulos del Cártel de Baja es un cachondo,
o esta imagen pinta lo mismo en este post que en la película.
    Pero si decepcionante resulta el argumento, mucho más lo son las pésimas personalidad e interpretaciones del trío protagonista. Reconozco la dificultad de desarrollar a tres personajes simple y llanamente imbéciles, con inquietudes propias de un protozoo, de actitud rayana en la suicida y, para más inri, artífices de conversaciones sonrojantes -me viene a la mente un chascarrillo sobre Paul Newman que debiera ser delito federal-: pero he visto a zombis más expresivos. El trío amoroso no resulta nada creíble y, si no fuese por el par de videocliperas escenas de sexo con que arranca la película y de algún que otro diálogo, totalmente obviable. Un acercamiento tosco, supongo que en pos de un poco de polémica, muy alejado de la profundidad con que lo abordan obras como "Jules et Jim", "Soñadores" o "Y tu mamá también" o del espíritu calentorro de otras como "Juegos Salvajes". Vamos, que está ahí para hacer bulto. Para rematar la faena, Ophelia, que hace las veces de narradora, trufa el film de aseveraciones de perogrullo y unas moñerías más propias de esas películas que un hombre sólo va a ver cuando le interesa más lo que tiene a su lado que lo que se proyecta en la pantalla. Siendo sinceros, deseé que los narcos hiciesen bien su trabajo y se los cargasen a todos.

    Deseo que procede de hecho del que los actores mejicanos sí estén a la altura: especialmente una Salma Hayek a la que recuerdo pocas interpretaciones tan buenas y a un Benicio del Toro genial, como casi siempre. También es cierto que el guión los trata con un poco más de cariño y el director de casting también, para que negarlo.
Lo mejor de la película...no me entiendan mal.

    Además, me gustaron la histriónica actuación de John Travolta, no sé si calificarla de buena o mala pero pega bastante con el tono desfasado del film, y algunos momentos puntuales que me recordaron visualmente a "Asesinos Natos", como la escena del secuestro de O. Lo del final doble, ni me convence ni deja de hacerlo: En otra película podía ser un recurso rompedor pero en esta, y a esas alturas de proyección ya me daba un poco lo mismo.

    Resumiendo: Una dirección de Stone tan sólida en lo visual como impersonal en el fondo, un elenco totalmente descompensado y un guión algo confuso en el que los gringos llegaron tarde cuando se rifaban las personalidades. A diferencia de muchos descreídos, yo confío en el enorme talento que atesora el director y espero con ilusión su próxima película: ¿De nuevo un film político?


Putrículas III: De Prometeos que corren sobre el filo

    Antes de nada, les advierto de que esta entrada revela detalles importantes de la trama de Prometheus. Si no la han  visto envidio su inocencia aunque no el que vayan a pasar en breve por el mal trago de ser desflorados por Lindelof les recomiendo que no la lean. Si la han visto también.


   Aunque pueda parecer paradójico, la recientemente estrenada Prometheus está más emparentada con Blade Runner que con la precuelizada Alien. Más allá de lo obvio, ambas optan por abordar el tema de la vida desde una perspectiva metafísisca con esporádicas pinceladas de misticismo y por guiones que ceden todo protagonismo a una apabullante ambientación, motivos por los que fueron destrozadas por la crítica del momento. Sin embargo, aunque los años han sentado bien a Blade Runner -las muchas relecturas que de ella se han hecho le han aportado una riqueza bastante mayor que la que tenía en su estreno- no parece probable que Prometheus acabe corriendo su misma suerte. ¿Porqué? Si preguntas es porque no la has visto. ¿Reflexiono o me alieno?...¡Esquizofreniaaaa! Pues porque el modo de hacernos reflexionar de Blade Runner consistía en arrojarnos cuestiones existenciales indiscriminadamente para, acto seguido, esconder la mano y dejar su respuesta en suspensión. La puesta en escena poética y el ritmo pausado favorecían un visionado reflexivo. Prometheus, un poco más pedestre, trata de dar una explicación trivial a cuestiones que no lo son en absoluto y que sinceramente no parecen tener mucho que ver con la trama. Un ejemplo: La vida en la Tierra es producto de los ingenieros. Vamos, sin paños calientes. ¿Tenían razón entonces los raelianos? Y, de surgir en otros planetas: ¿Cómo lo hizo en ellos? Teníamos un problema y ahora tenemos dos, genial.


 He visto cosas que vosotros no creeríais...
    Todo esto sería perdonable si por lo menos el guión estuviese bien construido. Que errático, pretencioso, contradictorio pedazo de mierda o hueco sean las primeras palabras que me vienen a la cabeza para definirlo no puede ser bueno. Tampoco juegan a su favor ni un desarrollo de personajes lamentable ni la evidente obsesión del guionista, Damon Lindelof para más señas, por añadir todo aquello que tuvo la desgracia de perturbar la habitual planitud de su electroencefalograma, lo que se traduce en una amalgama informe de referencias de Perogrullo y giros a ninguna parte.

    Nada que ver con el maravilloso guión escrito para la primera entrega por Dan O'Bannon -tristemente fallecido en 2009- que, aunque confeccionado con una materia más propia de la serie B, contaba con toda la sabiduría y lucidez de que carece éste. El libreto de O'Bannon parte de lo simple para edificar una trama sin fisuras, desarrollada en un universo coherente, con su propia lógica interna y, lo más importante de todo, poblado por seres humanos con los que es posible identificarse: Nada tiene que ver el impacto que causaba la muerte de un tripulante de la Nostromo con la de cualquiera de los peleles perfilados en base a, con suerte, un par de estereotipos que deambulan por la Prometheus. También destacaba por la sabia utilización de los golpes de efecto que además, cosa rara hoy en día, soportaban el análisis del espectador atento. Si bien es cierto que Lindelof no lo tenía fácil a la hora de sorprender al espectador, también lo es lo hizo de una de las peores maneras posibles: a no ser por un par de detalles tales como son las fechas y nombres planetas discordantes, difíciles de apreciar en un primer visionado, todo parece estar construído para disponer el escenario que tiempo después visitarán los infortunados tripulantes de la Nostromo. Sólo que no; al final las piezas no encajan y el espectador se queda patidifuso. Yo ya me estaba imaginando a Ripley y compañía ciegos a la chatarra humana diseminada en derredor de la nave alienígena, a Charlize Theron espachurrada debajo –pobrecita- y toda una miríada de errores de concordancia con la primera parte. Pero no, esta película resulta no tener nada que ver con las anteriores, aunque la trama parezca indicar todo lo contrario. Esto sí que era imprevisible y no los finales de Shyamalan.


¿Qué fue primero, el Alien o la banana?
    Es una pena ver lo mal que ha acabado un material de partida tan interesante en manos de Lindelof. Y, aunque yo no fuese la persona más interesada del mundo en que Scott materializase su amenaza de explicar la procedencia del Space Jockey (ese extraterrestre fosilizado que ahora resulta que era un humanoide grandote) y de porqué había un cargamento de huevos de alienígena en la bodega de su nave, la idea tenía potencial. Por mi parte, prefería la feliz decisión de sugerir en vez de explicitar que tan bien había funcionado en el primer film: aliviando al guión para centrarlo en la lucha por la supervivencia, convirtiendo a la criatura alienígena en un Lovecraftiano horror proveniente del espacio en lugar de a una vulgar arma química y dando pie incluso a una lectura trágica: la del destino compartido ambas naves a pesar de lo diferente de sus circunstancias. Scott nunca ha ocultado su deseo de arrojar luz sobre los orígenes de su película y llevar a los espectadores al Planeta de los Aliens, al igual que un día se le cruzaron los cables y se empeñó en modificar Blade Runner hasta dar a entender que Deckard era un replicante, aunque tan rocambolesca revelación fuese en contra del propio espíritu del film. Pero,  ansias autodestructivas aparte, resulta sorprendente que tras haber rehuído durante tantos años el regreso a la ciencia ficción, éste haya acabado siendo tan atropellado. Quizás la tortuosa preproducción de esta película pudiese explicar muchos de sus defectos puesto que, parece ser, se aleja bastante de la idea que tenía inicialmente en mente Ridley y que le hubiese valido una calificación R, pero debido al alto coste de producción, alrededor de los 130 millones de dólares, debió plegarse a las exigencias de la Twentieth en favor de una película más convencional. No obstante, los avatares de la producción no le eximen de no haber sabido abandonar el barco a tiempo y acabar filmando con el piloto automático lo que a todas luces era un guión deficiente. Quizás por desapasionamiento, quizá porque el 3D y la oscuridad no se llevan muy bien, decidió despojar a su criatura de la maravillosa ambientación de la película del 79 en pos de otra cercana a la del Cameron más aséptico y anodino. Y es que Prometheus se parece más a Aliens que al Alien del propio Scott; paradojas de la vida cuando, con eso de la presencia de pulpos y moco multicolor, el “homenajeado” debería haber sido claramente Jeunet.


¡Alien y Regreso al futuro están conecatadas!
¡Precuela explicativa ya!

    De la banda sonora poco se puede decir: es intrusiva y perfectamente olvidable.

    Finalmente, tengo que reconocer que el film sí invita a la reflexión: Al salir del cine, sentía que me había perdido algo, que tanta incoherencia sólo era producto de un visionado a la ligera, que no podía ser que una película tan cara y pretenciosa, dirigida además por uno de los grandes mitos del género, careciese por completo de sentido. Pero no; la realidad terminó por abrirse paso. Triste pero cierto: Lindelof y Scott se habían quedado conmigo.




    Aprovecho esta entrada para dedicarle un tardío adiós a Tony Scott: las feroces críticas que he vertido sobre él se deben a que era un director dotado de gran talento que sin embargo no supo o no quiso utilizar adecuadamente. De los directores realmente malos no me río, de hecho ni los conozco. Descanse en paz.  

Canciones para una crísis

    Hoy les traigo una selección musical de temas que han abordado el complejo mundo financiero pero tomándoselo a risa.

    No parece el mejor momento con la que nos está cayendo encima pero, como diría Siniestro Total: Sonríe cuando te vayas a fosilizar; que no piensen luego que lo has pasado mal... Pues eso: ríanse coño, que a la mierda nos vamos a ir igual.


"SUPERÁVIT" DE LOS NUNCA SUFICIENTEMENTE IDOLATRADOS SINIESTRO TOTAL.
 


    Sobran las palabras: Tengo sucursales en todo el país...veo la ruína a mi alrededor; todos en el paro y yo me estoy forrando. Ni una sola de las centurias de Nostradamus se acerca mínimamente a la exactitud de este vaticinio de 1983. Bueno, lo del superávit quizás no pero...nadie ha dicho que las profecías tengan que ser perfectas.

"LOS MUNDOS DE YUPI" DE MAMÁ LADILLA.


    No hacía falta que viniese a decírnoslo Almunia, antes ya lo había hecho Mamá Ladilla e incluso el cuento de la lechera: La avaricia rompe el saco. Cambien el yate por cualquier otra gilipollez y tendrán el objetivo vital del 90% de los especuladores que en el mundo han sido.

"ZOO LÓXICO" DE OS RESENTIDOS.


    Nadie mejor para expresar el absurdo del mundo en que vivimos que los igualmente absurdos Resentidos. Su líder, Antón Reixa es ahora el presidente de la SGAE; prepárense para cosas muy abracadabrantes.

"HIPOTÉCATE TÚ" DE DEF CON DOS.


    Para variar, Def Con Dos se aleja del victimismo reinante y nos propone una solución ante la crísis inmobiliaria. Especialmente recomendada para los gilipollas, que haberlos hailos, que siguen comprando pisos sobrevalorados para ver como meses después pasan a valer la mitad.

"FEAR THE BOOM AND BUST" DE JOHN PAPOLA & RUSS ROBERTS.


    Clases de economía a ritmo de rap.

"NON TEÑO DIÑEIRO" DE AEROLÍNEAS FEDERALES.


    De regalo les dejo esta canción (Existe una versión en castellano por algún lugar de la red aunque no en Youtube) que les hará un poco más llevadera la vida en las próximas décadas.


Putrículas II: Drive


    Hoy lloro el fin de la racha de buenas películas que había encadenado en el cine este año. ¿La culpable? Este videoclip esta película. ¿La historia? La de siempre en estos casos: me quemaban un par de leuros en el bolsillo, pensé en ir al cine, recordé el tráiler que había visto en televisión, ya saben, ese en que se nos muestra una película que parece un cruce entre Bullit y Leon el profesional y el resto ya es historia. Esta vez no tengo siquiera la escusa de haber sido mal aconsejado porque, aunque quería ir con mis amigos el caso es que no pude encontrarlos. Por alguna extraña casualidad me pasa siempre que tomo mi medicación.

    Lo peor de todo es que la experiencia empezó bien, con una escena inicial soberbia -pena que luego me enterase de que estaba plagiada de The Driver de Walter Hill- para ir decayendo gradualmente hasta el punto de llegar a hacérseme insoportable; empecé a revolverme en la butaca, ajustarme compulsivamente el paquete calzoncillar, mirar la hora y clamar a un Dios en que no creo que se acabase la proyección e incluso pensé en abandonar la sala...¡ANATEMA!

    La historia es para echarse a llorar, y es que pocas veces un argumento tan simplón está tan mal contado: nuestro protagonista es un ser anónimo excepcionalmente dotado para actividades tales como la mecánica, la conducción de coches NASCAR, el latrocinio, ligar sin tan siquiera pestañear -literalmente- y el asesinato, que se ve implicado en un atraco a la persona equivocada. El descubrir porqué los malos mandan de vez en cuando un sicario a su casa para dejarse matar es el motor de la trama además de una hierático-almibarada relación sentimental con su vecina. Podría contarles más, pero no quiero ahorrarles el horror de descubrir por su cuenta que la trama es una memez.

El conductor paseando a su pivita.
   Tenía ganas de ver el trabajo de Nicholas Winding Refn después de tantos elogios pero después de esto se me han quitado. Sin haber visto el resto de sus películas puedo decir que es un director puramente videoclipero, amante del ralentí injustificado y de la musicalización excesiva, tanto, que por momentos me extrañó no ver a Moby saltando al fondo de los planos o que al salir de la ducha, al protagonista no lo alcanzase un chorro de aire en plena cara y se soltase a cantar lo último de Lady Gaga. Lo peor de la película es sin lugar a dudas el ritmo soporífero que la embarga para darle un aspecto pretendidamente profundo. El problema es que esto no es ni Taxi Driver -por eso de los doscientos mil planos nocturnos de una ciudad vista al volante de un coche- ni una película de Kieslowski: El espectador no tiene nada en que pensar porque la historia es simple como el mecanismo de un botijo y los personajes tienen la complejidad de un participante de Hombres, mujeres y viceversa una ameba. Eso sí, a una decisión tan poco acertada como el que todas las muertes que trufan el film sean de una ultraviolencia digital totalmente fuera de lugar contrapone el gran acierto de reducir los diálogos a la mínima expresión para que no los ahoguen los ronquidos de los concurrentes a la sala.

El conductor paseando a un cómplice antes de un atraco.

    Para el final me dejo a Ryan Gosling, sin duda lo más lamentable del film. Lo suyo no se puede calificar de actuación, siendo generosos podríamos decir que constituye un elemento del atrezzo que se obstina constantemente en aparecer en primer plano. El hamijo Ryan entendió mal eso de que las actuaciones contenidas suelen granjear el aplauso de los críticos y decidió no mover ni un sólo músculo facial en todo el rodaje. Lo que nadie le dijo es que su expresión se parecía más la de alguien que se ha tirado un pedo y quiere hacer ver que el tema no va con él que a la de quién tiene un rico mundo interior.

    Si quieren ver una película muy videoclipera sobre un personaje más bien callado que además es un hacha en lo suyo, les recomiendo London Boulevard, que además de ser más divertida no comete el error de intentar parecer lo que no es.

Te voy a cubrir.

Apología de...

EL TOPO:

    Tras ver esta película decidí dos cosas: primero, dedicarle esta "Apología de..." y después dejar pasar un par de días para rebajar la euforia que entonces iba a embargar al texto. Periodo que no ha servido de nada puesto que sigo pensando lo mismo que cuando abandoné la sala: es una obra maestra sin paliativos. Pero vayamos por partes:


    Lo primero a destacar es el soberbio guión, verdadero mecanismo de relojería, que vertebra el film y que es a su vez una adaptación de una de las novelas de John le Carré en torno a la figura del célebre agente Smiley; la tercera para ser más precisos. Presupongo que el trabajo, que han realizado Bridget O'Connor y Peter Straughan, ha sido modélico como así parece atestiguar el Oscar a que opta pero, por desgracia no he leído el libro en cuestión, falta que pienso subsanar en breve. Podríamos decir que a grandes rasgos trata de la misión que emprende el señor Smiley a petición del ministerio para descubrir al topo que ha infiltrado el Centro de Moscú en la cúpula del Circus (trasunto del MI6), de la que el mismo ha sido cesado tras el fracaso de una misión en Hungría. La trama es bastante compleja y está muy bien conducida, con pulso y ritmo envidiables, descansando principalmente en gran desarrollo psicológico de los personajes. No son éstos los espías a que nos tenía acostumbrados el cine: lejos de los maniqueísmos propios de autores tan mediocres como Tom Clancy, no hay buenos ni malos, sino que el trabajo de inteligencia es llevado a cabo por agentes más cercanos a burócratas que a James Bond. De hecho hay muchos momentos de enorme ambigüedad, la diferencia con otras películas es que ésta está construida así a propósito.

    Esto nos lleva al inconmensurable trabajo actoral de la película: De un Gary Oldman mayúsculo, totalmente alejado del histrionismo que le es habitual, pasando por John Hurt, muerto en los primeros compases pero cuya magnética presencia sobrevuela todo el filme, unos Colin Firth, Mark Strong, David Dencik, Toby Jones y Ciarán Hinds solidísimos como insondables miembros del Circus bajo sospecha y, finalmente Benedict Cumberbatch y Tom Hardy como agentes de a pié implicados en una trama que los sobrepasa. Del resto, incluyendo hasta el último figurante, todos cumplen sobradamente.

    El motivo real que condujo mis posaderas al cine fue el de ver que tal se desenvolvía Tomas Alfredson fuera de su Suecia natal y después de esa genialidad que era "Déjame entrar" y puedo decir que no me ha defraudado en absoluto, más bien al contrario: para mí es desde ya uno de los mejores directores en activo, con una carrera por delante que promete dejar huella. A él corresponde el mérito de que las distintas piezas que componen la película encajen sin la menor de las estridencias y, principalmente, el ritmo y la potente narrativa visual. Como espectador valoro enormemente el que no se me trate como a un idiota, cosa que no sentí en ningún momento con esta película: hay una lectura tras cada plano y de nosotros depende salir del cine habiendo entendido plenamente el film. Alfredson no nos da la historia masticada, con revelaciones de perogrullo o disertaciones que subrayen el pretendido sentido de todo, sino que utiliza con excelencia el medio del cuál es un maestro: el cinematográfico.

    Me dejo para el final, aunque sin restarle la importancia que se merece, la maravillosa banda sonora que ha compuesto Alberto Iglesias, justamente nominada al Oscar. Desde que lo descubrí en "Tierra" no ha dejado de crecer la admiración que le profeso. No es chauvinismo, es el justo reconocimiento a uno de los grandes compositores de nuestro tiempo.

    En cuanto a la necesaria clasificación del filme podríamos englobarlo dentro de los thrillers de espionaje de vertiente realista, género al que me he acercado en escasas ocasiones y de las que me vienen a la cabeza "Marathon Man", "Nuestro hombre en la Habana", "El espía que surgió del frío" del propio le Carré,"La conversación", "La vida de los otros" o "Munich". Me consta que son muchas más.

    No se acostumbren a tanta loanza, es simplemente que esta película se la merece. Me gustaría explicarles realmente el porqué es tan buena, pero les reventaría la historia porque técnica y discurso son indisolubles.

    Un consejo: véanla.

Donde dije digo, digo Diego.

    Llega un punto en dónde, por escasa que sea ésta, la experiencia acumulada ha de hacernos reflexionar sobre el curso de nuestras acciones pasadas y replantearnos el camino que hemos de recorrer en el futuro. Nada tienen que ver los propósitos que pudo hacerse un bloguero inexperto, tal que yo, hace ahora cerca de un año con los que pueda hacerme en este instante, a doce meses de aprendizaje vista.

    Uno de los factores que me hizo replantearme el rumbo que estaba tomando la página fue la carencia total de comunicación con los visitantes. Vivir en el silencio de Dios es duro pero más lo es para el bloguero el no saber si los lectores hacen lo propio con el producto de su trabajo y, de ser así, si éste les gusta. Un primer intento de abordar esta inseguridad fué aquella entrada que, paradojas de la vida, agravó el problema que denunciaba.

Hmmmmn...

    Después de germinar, de la semilla de la duda brotó una plantita que en muy poco tiempo desarrolló un abundante ramaje. ¿No es quizás el enorme distanciamiento entre entradas producto de mi poco interés en escribirlas? Créanme que me divierto haciendo arabescos con el lenguaje y los dobles sentidos, pero el hecho de que no repita ninguna de las secciones que he ido creando a lo largo del año parece indicar una constante huída hacia adelante. ¿De qué? Pues del rígido formato que ideé en su momento para diferenciarme del resto de blogs y que ha acabado por extrañarme de mi propia creación. Hay veces que me han acudido a la mente temas que no tenían cabida en la página y de los que me gustaría haber escrito mientras que otras inicié entradas sin mucha convicción y sin ella siguen acumulando polvo en la pestaña de borradores.

    Uno de los problemas es que la precaria estructura de esta página se sostenía sobre mi exposición a un abundante caudal de cultura de masas. Sin embargo, la cantidad de contenido que degluto ha disminuído considerablemente y, a falta de cantidad, busco al menos calidad. El saber no ocupa lugar, al menos en teoría, pero su adquisición nos priva de tiempo: lo limitado de éste hace que al final se lo dediquemos a las cosas que realmente merecen la pena.

    Ahora la pregunta que me planteo es la de si puedo mantener el blog cambiando sus estatutos fundacionales. Siempre he creído que no, pero mis propias entradas me demuestran lo contrario: el giro ha sido gradual pero inexorable. Así que en próximos posts, aunque por desgracia con la periodicidad habitual, pueden aparecer loas a tal o cual película, libro, juego o vayan ustedes a saber qué. Eso sí, intentaré seguir siendo cuanto menos original y chocante e iré repescando alguna de las viejas secciones de vez en cuando.

    La conclusión con que me quedo tras esta reflexión es que el espíritu irreverente y crítico puede estar presente en cualquier tipo de escrito, independientemente de su género y que soy yo el que define a este blog. Es mi creación, mi proyección especular, el sitio donde vierto esas idioteces que se me ocurren en el día a día y que mientras me divierta escribir seguirá existiendo.

    En otra ocasión les agasajaré con mis experiencias blogueriles netas, separadas de la pajada mental. Hasta entonces recuerden que aunque esta es su página hamija y aunque no tienen derecho a roce pueden escribirme alguna cosita, sugerirme algo, insultarme o incluso corregirme las faltas de ortografía que aunque ya saben que me toca mucho los cojones es mejor que el que callen como p... dispensadoras remuneradas de placer y/o dolor. No se preocupen, el anonimato los escuda de posibles represalias.

Fotografías del misterio

    Hoy, cual Iker Jiménez, les voy a presentar una serie de fotografías verdaderamente inquietante. Siendo consciente de la naturaleza esquiva del misterio, he tratado de inmortalizarlo para solaz de parapsicólogos y demás crédulos gente de mente abierta.


    Esta primera instantánea fue tomada de un periódico local y aunque no se entienda una mierda de lo que pone porque la cámara de mi zapatófono es una birria, se nos enumeran los bondades de este dulce palmero de próxima comercialización. El problema surge cuando lo leemos al haber sido iniciados en los múltiples sinónimos del falo. Es entonces cuando la sobredimensión del término en cuestión respecto del resto del enunciado nos sacude con toda su contundencia. Ahora que comparten tan arcanos conocimientos, díganme si son capaces de leer este texto sin partirse el ojal.


     En esta segunda fotografía he necesitado la ayuda de nuestro experto en análisis fotográfico para determinar que este dulce no ha sido horneado por un grupo filonazi para sufragar sus actividades. Todo es producto de un clamoroso error a la hora de ajustar el envoltorio al contenido porque, si se fijan en el paquete vecino, la "o" restante, cuya ausencia transforma estos suculentos pastelillos en una guarrada, se oculta en un lateral. El resto lo pone nuestra imaginación, especialmente si tenemos en cuenta el gran aprecio con que cuentan en general los búlgaros en estas tierras, sólo comparable al de sus vecinos rumanos, dicho sea esto con todo el respeto por mi parte. Esto si nos decantamos por la milenaria secta de la xenofobia, porque si preferimos analizarlo desde la escatología, oscura ciencia de gran fundamento, la VERDAD nos es revelada al instante.


   Lejos quedan los tiempos en que los francmasones tenían que esconderse para celebrar sus conciliábulos. Ahora que la CONSPIRACIÓN se ha extendido por todo el mundo y lo controlan todo, desde las finanzas hasta la receta de la alioli, ya no tienen reparos en mostrarse abiertamente a las masas. Nos vigilan, nos controlan, saben las veces que nos la sacudimos, si nos lavamos las manos antes o después e incluso qué hacen las mujeres cuando van en manada al baño. El advenimiento del Gran Hermano está cercano, las señales están por doquier. Sólo hay que saber interpretarlas.

    Como ya venía adelantando la criptozoología, el Gigante Verde, de enorme arraigo en el acervo popular, era real tal y como demostraba su presencia en los botes de verduras. Al fin, tras milenios de búsqueda, se encontró una población en la isla de La Palma. Lo primero que hicieron ante la presencia de los investigadores fue acercarse a los ellos y preguntarles por un vecino suyo que se había ido hacía años a ultramar a hacer carrera en el cine y que respondía al nombre artístico de La Masa. Al no recibir respuesta, los descuartizaron, aunque por lo demás son un pueblo pacífico amante de la tranquilidad. El apéndice de la fotografía fue recuperado del único superviviente de la matanza que, tras informar del asombroso descubrimiento, murió de placer. Debido a esto y por analogía a su primo el Bigfoot se los nominó como PuntasGordas. Resta destacar que el forrado en plástico responde a criterios de conservación debido al gran desgaste a que lo ha sometido la comunidad científica. 


    A diferencia de las demás, esta instantánea ha dejado totalmente estupefacto a nuestro analista fotográfico, tanto que no tiene explicación para la misma. Tras decirnos que no apreciaba rastro de retoque digital se roció con gasolina y se arrojó al vacío envuelto en llamas. Lo que no sabía el insensato es que seguiremos acosándolo a través de la ouija. Pero como este mes nos la ha cortado Lucifer por no enviarle suficientes almas nos vemos obligados a rogar la colaboración de todo aquél que transite por la santacrucera avenida de la Paz. Miren el cartel encima de la juguetería y confírmennos si nos hallamos ante un caso de pareidolia o alguien ha tenido realmente los santos cojones de llamar así a su negocio.